RIESGOS DE LA EXCESIVA CERCANÍA

 

Estábamos en la iglesia, durante la oración personal. Llegó la hora de la cena y me levanté de la silla como siempre… pero, al instante, tuve una sensación extraña: ¡era como si hubiese metido la rodilla izquierda en una cubeta de agua!

No podía mirar qué sucedía, aunque a la vista estaba que el hábito seguía seco… Finalmente me encogí de hombros, diciéndome que “será solo una sensación”, que desapareció a los pocos minutos, tan misteriosa como había llegado.

Cuando volvimos a la iglesia para rezar Completas, fui a preparar los cuadernillos de la gente. Y, como siempre, quise desinfectarme las manos, pero… ¡¡¡Eso era!!! El frasquito de gel hidroalcohólico que llevo en el bolsillo, ¡se había desenroscado! Así sentía yo la rodilla empapada…

Lo que me daba lástima era que, todo lo que se

había derramado, ¡se había perdido! Pero, al instante, me vino a la mente aquella Palabra: “el amor de Dios ha sido… ¡derramado! en nuestros corazones” (Rm 5, 5).


Cuando algo “se derrama”, significa que hay parte que rebosa, que se pierde… ¡¡y eso es lo que hace Cristo!! Entregarse del todo, ¡incluso sabiendo que no somos capaces de recibir tanto!

Evidentemente, la causa de mi “accidente” fue llevar el frasquito en el bolsillo. ¡Es el riesgo de llevarlo encima!

Bueno, pues esto mismo es lo que le sucede a Cristo: prefiere asumir todos los riesgos con tal de estar a tu lado. Aunque te pierdas detalles de su amor. Aunque a veces no le mires. Él apuesta por ti una y otra vez. Su amor “se derrama” sobre ti. Se queda contigo.

Hoy el reto del amor es que veas en el gel hidroalcohólico un recuerdo del amor del Señor: ¡te espera por todas partes! Te da la bienvenida en los establecimientos, te despide al salir… ¡y quizá lo llevas en tu bolsillo! Por poco que te eches, que hoy ese líquido te sirva para recordar que Cristo se te da sin medida… ¡y nunca deja de acompañarte! ¡Feliz día!





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